domingo, 18 de mayo de 2014

Tenorio y el romanticismo.

Si analizamos los elementos románticos del Don Juan Tenorio de Zorilla,  adivinaremos que a simple vista no hay nada de particular. El tema del amor llevado al extremo, al más puro estilo de "Las cuitas del joven Werther", el gusto por lo tétrico, lo fantasmagórico y casi místico.
Personajes totalmente arqueotípicos que se oponen entre sí. La pureza casi virginal de Doña Inés y el carácter audaz, burlesco y satírico de Don Juan, que es la perfecta encarnación del héroe romántico que vive al margen de las reglas y normas de la sociedad.
Como ya pasó en el siglo de oro, se rompen las reglas clásicas de las tres unidades, lo que concede a la obra una mayor libertad de movimiento.
Sin embargo, lo más característico y reseñable del final de la obra en conjunto con las características de su movimiento es la salvación del protagonista, que pese haber abandonado a Dios, consigue escapar de la fatalidad del destino, que ya hemos visto en obras como la Celestina.

"Clamé al cielo, y no me oyó.
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo."

Es el amor, lejos del sentido estrictamente cristiano, el que logra redimir al protagonista, el que consigue salvarlo pese a todos los crímenes atroces que ha cometido.
Este halo de esperanza, este final tan poco "pesimista" es quizás una de las características más novedosas del Don Juan, que debería, tal vez, haber seguido la línea de sus predecesores.

"Fantasmas, desvaneceos:
su fe nos salva..., volveos
a vuestros sepulcros, pues.
La voluntad de Dios es:
de mi alma con la amargura
purifiqué su alma impura,
y Dios concedió en mi afán
la salvación de don Juan
al pie de la sepultura."

Al final, Don Juan, una frivolización de la condición humana, consigue su objetivo, el amor de Doña Inés, y la promesa de una vida eterna que pervive aún hasta nuestros días.

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