domingo, 23 de marzo de 2014

La presencia de Dios.

Nos encontramos ante un poema titulado La presencia de Dios perteneciente a las odas filosóficas y sagradas de Juan Meléndez Valdés, uno de los poetas más representativos del siglo XVIII; es de las personalidades más destacadas por la calidad de su obra y por la gran variedad temática de ellas.
 En primer lugar, este tipo de poema se incluye dentro de la poesía filosófica con pretensión utilitaria y docente. Es a finales del 70 cuando empieza a imponerse la poesía filosófica de Menéndez Valdés, influida por la filosofía a su vez de Locke y Condillac.
El texto se soporta sobre la presencia de Dios como su título indica, se hacen continuas referencias a la creación del mundo gracias a él. En el poema se trata la religión como un sentimiento natural que estimula la virtud y que según el autor es necesario para la felicidad. 
 En segundo lugar, la voz poética emplea una sintaxis sencilla construida mediante oraciones coordinadas o simples tales como: “Tú a la tiniebla oscura das su pardo capuz y el sutil velo a la alegre mañana” Con respecto al léxico, es notable la adjetivación acompañando casi en todo momento a Dios o adjetivos referidos al paisaje como: florido prado, honda planta, bosque umbrío… El poema debido a su lenguaje y su forma nos recuerda a la antigüedad clásica renacentista, cercana a la poesía garcilasiana. Esto lo vemos reflejado gracias a elementos mitológicos, por ejemplo: “el inflamado Sirio” simboliza una estrella de la constelación de Can que alude a la llegada del verano, se llama así por el perro de Icario, héroe mitológico. Además aparece un locus amoenus, lugar idealizado que procede de la tradición italianizante. Esta aparición del mundo casi paradisíaco que el autor nos quiere mostrar es una convención literaria que tiene como objetivo expresar el anhelo de una vida más pura y sencilla, en este caso una vida guiada a Dios.
 En tercer lugar, la sintaxis hace que el texto se nos presente con cierta sencillez aunque los arcaísmos que encontramos en el poema y el léxico más artificioso le proporcionan un aire de ornamentación. Como corriente estética encontramos el Rococó que envuelve este texto, por su léxico arcaizante “obscura, doquier, gayas…”  también es notable en la rima que se compone de versos de arte menor. Y entre los recursos estilísticos que más destacan se encuentran epítetos: “leve pluma, alta cima, ala voladora, congojosos fuegos…”

En concreto, el tema y la base del poema es Dios, es decir, el símbolo de la religión en general. En comparación con el tema que hemos elegido la religión en el siglo XVIII, a pesar de ser el siglo de las luces y dar conocimiento a donde antes había sombras; los ilustrados no incluyen la materia de fe en el conocimiento no valido. Ellos separaban el conocimiento fundado en la razón, que es el verdadero, al conocimiento fundado por otro criterio que ya es considerado como no válido, erróneo. Aunque la fe no está incluida en ninguno de los dos tipos de conocimientos según los ilustrados.  Con ello se nos demuestra que a pesar del antropocentrismo y del poder de la razón en la vida humana, la fe es un tema respetado y excluido de todo tipo de prejuicios. 

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