Podríamos catalogar a Ana como la heroína romántica, que horrorizada del mundo en el que vive, se escapa a través de sus sueños y encuentra en su dormitorio su santuario.
"Soñaré como quiera y con quien quiera, no pecará mi cuerpo, pero el alma la tendré anegada en el placer de sentir esas cosas prohibidas por quien no es capaz de comprenderlas"
En el fragmento nos encontramos con el personaje mediático de Ana y las distintas fuerzas que influyen en ella.
En primer lugar está el Magistral, voluntad hacia la que Ana se sienta atraída inexorablemente y que es causante de gran parte de sus aflicciones y que es superior incluso al poder que ejerce su marido. Esta voluntad que dista mucho del concepto puro y sin pecado del que se cree conocedor la Regenta, es la que más influjo causa en la protagonista.
En segundo lugar está Vetusta y sus habitantes, como concepto de unidad que ejercen presión en Ana Ozores, juzgandola y condenando su estilo de vida y en muchas ocasiones, censurando sus deseos.
" «¡Ana iba a darse en espectáculo!» cierto, esa era la frase. ¿Qué más hubiera querido ella, la de Fandiño,
que darse en espectáculo, que hacerse mirar y contemplar por toda Vetusta?
-¿Y el traje? ¿cómo es el traje? ¿sabe usted...?
-¿Pues no he de saber? -contestó doña Petronila, orgullosa porque estaba enterada de todo-. Ana llevará túnica talar morada, de terciopelo, con franjamarrón foncé...
-¿Marrón foncé? -objetó Obdulia-... no dice bien... oro sería mejor.
-¿Qué sabe usted de esas cosas?... Yo misma he dirigido el trabajo de la modista; Ana tampoco entiende de eso y me ha dejado a mí el cuidado de todos los pormenores.
[...]
-Pero se va a destrozar la piel...
-Esa mujer está loca...
-¿Pero dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras?"
En este fragmento también encontramos la importancia de la ropa como seña de identidad. Personajes como Álvaro Mesías u Olvido, que viven presos en una ciudad sin comunicación, dónde no expresan sus verdaderos sentimientos, utilizan la ropa, siempre impecable y las miradas, como canal de expresión.
Por último está la tendencia autodestructiva de Ana, una mezcla entre sus deseos y el concepto de moral cristiana que cree que debe acatar. Ana peca y luego se castiga a si misma por su atrevimiento. Es el producto del placer que le produce Álvaro Mesía y la conciencia religiosa que le induce el Magistral.
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