jueves, 11 de septiembre de 2014

La ajorca de oro. Gustavo Adolfo Becquer

Pedro Alfonso de Orellana amaba sin límites a María Antunez. Un día en que la sorprende llorando, logra, tras mucha insistencia, enterarse de que la mujer ansia obsesivamente hacer suya la joya de oro que lleva en uno de sus brazos la imagen de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad de Toledo.

Venciendo sus anteriores resistencias, esa misma noche el enamorado arranca sigilosamente, en la Catedral, la preciada ajorca a la Virgen; pero no puede llevarla consigo, pues en el templo el ha visto seres sobrenaturales, cadáveres resucitados y horrorosas alimañas. Ante tales visiones, enloquece y cae desvanecido. A la mañana siguiente, es encontrado delirando en la iglesia, mientras retiene la ajorca en sus manos.

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