Pedro
Alfonso de Orellana amaba sin límites a María Antunez. Un día en que la
sorprende llorando, logra, tras mucha insistencia, enterarse de que la mujer
ansia obsesivamente hacer suya la joya de oro que lleva en uno de sus brazos la
imagen de la Virgen del Sagrario, patrona de la ciudad de Toledo.
Venciendo sus anteriores
resistencias, esa misma noche el enamorado arranca sigilosamente, en la
Catedral, la preciada ajorca a la Virgen; pero no puede llevarla consigo, pues
en el templo el ha visto seres sobrenaturales, cadáveres resucitados y
horrorosas alimañas. Ante tales visiones, enloquece y cae desvanecido. A la
mañana siguiente, es encontrado delirando en la iglesia, mientras retiene la
ajorca en sus manos.
0 comentarios:
Publicar un comentario